La galería de arte 

Estudié Bellas Artes porque tenía cierta facilidad para el dibujo y me interesaba la historia del arte. Pero cuando llevaba dos años en la facultad me di cuenta que no estaba a la altura de la mayoría de compañeros y que tal vez mis habilidades se enfocaban más al análisis artístico no tanto a la creación, así que me reenganché en Historia del arte y terminé esa carrera. Cuando acabé tuve claro que quería tener una galería de arte. Aún tenía amistad con un artista de la facultad de Bellas Artes y le propuse colaborar con conmigo.

Creía que haríamos buena pareja en el negocio y así fue al principio. Él se convirtió en el primer artista de la galería. Yo me dedicaba a todo lo relacionado con las finanzas y la organización de exposiciones y él a la relación con los artistas. Nos hacía gracia porque toda nuestra galería cabía en un usb con diseño que había comprado mi socio en una tienda: era un usb con una serigrafía de una obra que nos gustaba mucho a los dos. Todos los datos sobre nuestros artistas estaban ahí. No éramos muy cuidadosos a la hora de hacer copias de documentos y demás, algo demasiado habitual en este mundillo. 

Confiábamos el uno en el otro, o eso pensaba yo. Porque después de que discutiéramos sobre la siguiente exposición (el defendía a un artista amigo suyo que a mí no me parecía del gusto de nuestros clientes habituales) él se enfadó mucho. Yo me salí con la mía… hasta la mañana siguiente. Cuando llegué a la galería el usb con diseño y el portátil, donde “cabía” toda nuestra galería como ya he dicho, había volado junto a un par de obras. Mi socio no apareció por allí. Y no, no teníamos cámaras ni sistema de seguridad. 

Todo estaba claro como el agua pero mi socio negó cualquier implicación y señaló que seguramente se trataba de un robo. Pero a las pocas semanas decidió irse de la galería y dejarme a mí con todo el marrón. Pude sacar a flote la galería pero aprendí un par de cosas sobre el “mundo del arte” y las copias de seguridad.